La Secretaría de Salud del Estado de Querétaro
informa sobre los trastornos de la alimentación, los cuales, son problemas de
conducta serios que se pueden presentar cuando una persona come en exceso o
bien, no come lo suficiente.
Los tipos de trastornos son:
Anorexia
nerviosa, cuando la persona adelgaza demasiado pero no come lo suficiente
porque se siente gorda.
Bulimia nerviosa, que incluye períodos donde
la persona come demasiado, seguido por frecuentes purgas (vómitos auto provocados
o uso de laxantes).
Compulsión para comer, que consiste en comer
sin control.
Las mujeres tienen más probabilidades que los
hombres de tener trastornos de la alimentación. Suelen comenzar en la
adolescencia y con frecuencia están acompañados de depresión, trastornos de
ansiedad y abuso de drogas.
Los trastornos alimentarios se deben a la
combinación de factores biológicos, emocionales, psicológicos, interpersonales
y sociales. Los factores psicológicos que pueden contribuir a los trastornos
alimentarios son: baja autoestima; sentimientos de insuficiencia o falta de
control de su vida; depresión, ansiedad, enojo y soledad.
Los factores interpersonales pueden ser:
relaciones personales y familiares problemáticas; dificultad para expresar
sentimientos y emociones; haber sido fastidiado o ridiculizado basado en su
talla o peso; historia de abuso físico o sexual.
Asimismo, las presiones culturales que
glorifican la delgadez; definiciones muy concretas de belleza que incluyen a
mujeres y hombres con ciertos pesos y figuras; normas culturales que valorizan
a la gente en base a su apariencia física; son factores sociales que también
favorecen la aparición de trastornos alimentarios.
Todavía se encuentra en investigación las
posibles causas bioquímicas o biológicas de los trastornos alimentarios. Sin
embargo, los estudios actuales nos indican que la genética contribuye de forma
significativa.
La anorexia nerviosa se caracteriza por
adelgazamiento extremo; incesante búsqueda de delgadez y negación a mantener un
peso normal o saludable; miedo intenso a subir de peso; imagen corporal
distorsionada; falta de menstruación en niñas y mujeres; alimentación
restringida en extremo; pérdida de masa ósea (osteopenia u osteoporosis).
Asimismo, cabello y uñas quebradizas; piel
seca y amarillenta; crecimiento de vello en todo el cuerpo (lanugo); anemia,
agotamiento y debilidad muscular; constipación severa; presión sanguínea baja,
respiración y pulso lento; daño en la estructura y el funcionamiento del
corazón; daño cerebral; disminución de la temperatura corporal interna, lo que
provoca que la persona sienta frío en todo momento; letargo, pereza o cansancio
todo el tiempo.
En cambio, la bulimia nerviosa se caracteriza
por episodios frecuentes y recurrentes de ingesta de cantidades extremadamente
grandes de comida y una sensación de falta de control sobre estos episodios
(atracón); le sigue un tipo de comportamiento que lo compensa por el exceso de
comida, como vómitos forzados o abuso de laxantes o diuréticos, ayunos y/o
exceso de ejercicio o una combinación de estos comportamientos.
Otros síntomas incluyen: garganta inflamada e
irritada en forma crónica; glándulas salivales inflamadas en el área del cuello
y la mandíbula; esmalte de los dientes gastados, dientes cada vez más sensibles
y cariados como resultado de la alta exposición al jugo gástrico; trastorno de
reflujo gastroesofágico (ácido); dolor e irritación intestinal a causa del
abuso de laxantes; gran deshidratación a causa de la pérdida de líquidos al
vomitar o defecar por la acción de laxantes; desequilibrio electrolítico
(niveles muy bajos o muy altos de sodio, calcio, potasio y otros minerales).
Con el trastorno de compulsión por comer, una
persona pierde el control sobre su alimentación; a diferencia de la bulimia
nerviosa al atracón no le siguen comportamientos como purgas, exceso de
ejercicios o ayunos. Por esta razón, las personas con este trastorno, a menudo
tienen sobrepeso o son obesas, por lo que tienen mayor riesgo de desarrollar
enfermedades cardiovasculares o presión arterial elevada. También experimentan
un sentimiento de culpa, vergüenza y/o angustia por tal comportamiento, lo que
puede llevar a más atracones.
A pesar de que en los menores de edad y
adolescentes (sobre todo las mujeres) abundan los complejos y la tendencia a
compararse entre sí y a hablar sobre dietas, esto no significa que padezcan un
trastorno del apetito. Los niños con este tipo de trastornos presentan graves
problemas relacionados con la alimentación y a menudo signos físicos anormales.
El tratamiento de estos trastornos se centra
en ayudar a abordar problemas relacionados con la conducta alimentaria y a
establecer nuevos patrones de pensamiento sobre la comida y la forma de
relacionarse con ella. Esto puede implicar la supervisión médica, el
asesoramiento dietético y la terapia. Los distintos profesionales tratarán
aspectos relacionados con la percepción sobre el volumen y la forma de su
cuerpo, la conducta de comer y los alimentos.
Si presentan graves problemas de desnutrición
es posible que deban ser hospitalizados y que necesiten recibir cuidados
médicos adicionales después de que su estado de salud se estabilice. Por lo
general, cuanto antes se haga la intervención más breve será el tratamiento.
Los padres desempeñan un papel fundamental
para que los hijos desarrollen una actitud sana ante la comida y la
alimentación. La propia imagen corporal puede influir sobre la de los hijos.
En una época en la que existe una gran
preocupación social por la obesidad, puede ser complicado para los padres
hablar con sus hijos sobre los hábitos alimentarios. Es mejor centrarse en lo
que es saludable y no en el peso. Es importante que los padres se aseguren que
quieren a sus hijos por lo que son, no por su aspecto.
Se recomienda evitar las discusiones
relacionadas con la comida; si su hijo quiere hacerse vegetariano, apóyelo,
aunque usted sea un ávido comedor de carne.
Es normal que los adolescentes pasen etapas
donde se vuelven caprichosos con la comida, a lo que se aconseja fomentar
hábitos alimentarios saludables.
Adoptar un papel activo en la creación de un
estilo de vida saludable, es indispensable, por lo que se sugiere hacer que los
hijos participen en la preparación de comidas saludables y nutritivas, e
informarles que está bien comer cuando se tiene apetito y rechazar la comida
cuando no se tiene.
Es importante inculcar el ejercicio como una
actividad divertida, gratificante y habitual para toda la familia.
Cabe mencionar que la Secretaría de Salud, a
través del Centro Estatal de Salud Mental (CESAM), cuenta con 2 psiquiatras
especialistas en trastornos de la conducta alimentaria.
En lo que va de 2015, se ha atendido a 12
pacientes de primera vez (mujeres) y 39 pacientes subsecuentes (33 mujeres y 6
hombres). Las edades fluctúan entre los 10 y 35 años.
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