jueves, 13 de agosto de 2015

Secretaría de Salud invita a practicar hábitos alimentarios saludables

La Secretaría de Salud del Estado de Querétaro informa sobre los trastornos de la alimentación, los cuales, son problemas de conducta serios que se pueden presentar cuando una persona come en exceso o bien, no come lo suficiente.
Los tipos de trastornos son:
 Anorexia nerviosa, cuando la persona adelgaza demasiado pero no come lo suficiente porque se siente gorda.
Bulimia nerviosa, que incluye períodos donde la persona come demasiado, seguido por frecuentes purgas (vómitos auto provocados o uso de laxantes).
Compulsión para comer, que consiste en comer sin control.
Las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de tener trastornos de la alimentación. Suelen comenzar en la adolescencia y con frecuencia están acompañados de depresión, trastornos de ansiedad y abuso de drogas.
Los trastornos alimentarios se deben a la combinación de factores biológicos, emocionales, psicológicos, interpersonales y sociales. Los factores psicológicos que pueden contribuir a los trastornos alimentarios son: baja autoestima; sentimientos de insuficiencia o falta de control de su vida; depresión, ansiedad, enojo y soledad.
Los factores interpersonales pueden ser: relaciones personales y familiares problemáticas; dificultad para expresar sentimientos y emociones; haber sido fastidiado o ridiculizado basado en su talla o peso; historia de abuso físico o sexual.
Asimismo, las presiones culturales que glorifican la delgadez; definiciones muy concretas de belleza que incluyen a mujeres y hombres con ciertos pesos y figuras; normas culturales que valorizan a la gente en base a su apariencia física; son factores sociales que también favorecen la aparición de trastornos alimentarios.
Todavía se encuentra en investigación las posibles causas bioquímicas o biológicas de los trastornos alimentarios. Sin embargo, los estudios actuales nos indican que la genética contribuye de forma significativa.
La anorexia nerviosa se caracteriza por adelgazamiento extremo; incesante búsqueda de delgadez y negación a mantener un peso normal o saludable; miedo intenso a subir de peso; imagen corporal distorsionada; falta de menstruación en niñas y mujeres; alimentación restringida en extremo; pérdida de masa ósea (osteopenia u osteoporosis).
Asimismo, cabello y uñas quebradizas; piel seca y amarillenta; crecimiento de vello en todo el cuerpo (lanugo); anemia, agotamiento y debilidad muscular; constipación severa; presión sanguínea baja, respiración y pulso lento; daño en la estructura y el funcionamiento del corazón; daño cerebral; disminución de la temperatura corporal interna, lo que provoca que la persona sienta frío en todo momento; letargo, pereza o cansancio todo el tiempo.
En cambio, la bulimia nerviosa se caracteriza por episodios frecuentes y recurrentes de ingesta de cantidades extremadamente grandes de comida y una sensación de falta de control sobre estos episodios (atracón); le sigue un tipo de comportamiento que lo compensa por el exceso de comida, como vómitos forzados o abuso de laxantes o diuréticos, ayunos y/o exceso de ejercicio o una combinación de estos comportamientos.
Otros síntomas incluyen: garganta inflamada e irritada en forma crónica; glándulas salivales inflamadas en el área del cuello y la mandíbula; esmalte de los dientes gastados, dientes cada vez más sensibles y cariados como resultado de la alta exposición al jugo gástrico; trastorno de reflujo gastroesofágico (ácido); dolor e irritación intestinal a causa del abuso de laxantes; gran deshidratación a causa de la pérdida de líquidos al vomitar o defecar por la acción de laxantes; desequilibrio electrolítico (niveles muy bajos o muy altos de sodio, calcio, potasio y otros minerales).
Con el trastorno de compulsión por comer, una persona pierde el control sobre su alimentación; a diferencia de la bulimia nerviosa al atracón no le siguen comportamientos como purgas, exceso de ejercicios o ayunos. Por esta razón, las personas con este trastorno, a menudo tienen sobrepeso o son obesas, por lo que tienen mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares o presión arterial elevada. También experimentan un sentimiento de culpa, vergüenza y/o angustia por tal comportamiento, lo que puede llevar a más atracones.
A pesar de que en los menores de edad y adolescentes (sobre todo las mujeres) abundan los complejos y la tendencia a compararse entre sí y a hablar sobre dietas, esto no significa que padezcan un trastorno del apetito. Los niños con este tipo de trastornos presentan graves problemas relacionados con la alimentación y a menudo signos físicos anormales.
El tratamiento de estos trastornos se centra en ayudar a abordar problemas relacionados con la conducta alimentaria y a establecer nuevos patrones de pensamiento sobre la comida y la forma de relacionarse con ella. Esto puede implicar la supervisión médica, el asesoramiento dietético y la terapia. Los distintos profesionales tratarán aspectos relacionados con la percepción sobre el volumen y la forma de su cuerpo, la conducta de comer y los alimentos.
Si presentan graves problemas de desnutrición es posible que deban ser hospitalizados y que necesiten recibir cuidados médicos adicionales después de que su estado de salud se estabilice. Por lo general, cuanto antes se haga la intervención más breve será el tratamiento.
Los padres desempeñan un papel fundamental para que los hijos desarrollen una actitud sana ante la comida y la alimentación. La propia imagen corporal puede influir sobre la de los hijos.
En una época en la que existe una gran preocupación social por la obesidad, puede ser complicado para los padres hablar con sus hijos sobre los hábitos alimentarios. Es mejor centrarse en lo que es saludable y no en el peso. Es importante que los padres se aseguren que quieren a sus hijos por lo que son, no por su aspecto.
Se recomienda evitar las discusiones relacionadas con la comida; si su hijo quiere hacerse vegetariano, apóyelo, aunque usted sea un ávido comedor de carne.
Es normal que los adolescentes pasen etapas donde se vuelven caprichosos con la comida, a lo que se aconseja fomentar hábitos alimentarios saludables.

Adoptar un papel activo en la creación de un estilo de vida saludable, es indispensable, por lo que se sugiere hacer que los hijos participen en la preparación de comidas saludables y nutritivas, e informarles que está bien comer cuando se tiene apetito y rechazar la comida cuando no se tiene.
Es importante inculcar el ejercicio como una actividad divertida, gratificante y habitual para toda la familia.
Cabe mencionar que la Secretaría de Salud, a través del Centro Estatal de Salud Mental (CESAM), cuenta con 2 psiquiatras especialistas en trastornos de la conducta alimentaria.

En lo que va de 2015, se ha atendido a 12 pacientes de primera vez (mujeres) y 39 pacientes subsecuentes (33 mujeres y 6 hombres). Las edades fluctúan entre los 10 y 35 años.

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