Escribo esta columna unos
días antes que termine el año, el calendario indica momentos de vacaciones,
descanso y reflexión. El invierno se nos presenta con su temperatura mínima y
el sol quemante. Los temas que fluyen en nuestra sociedad son variados:
malestar, incógnitas, zozobras y angustia, son los sentimientos más repetidos.
No fue un año brillante para el país, para la economía, y mucho menos para el
flagelo más punzante, que es el de la inseguridad. Hechos de infausta memoria
se presentaron en varios sitios de nuestro territorio nacional. Dolor, sangre y
odio, es el dantesco escenario que se apoderó de estados de la república como
Guerrero, Morelos, Tamaulipas, Michoacán y el Estado de México. Ayotzinapa, en
especial, se convirtió en una marca
país, que se conoció en todos los rincones del mundo, lamentablemente para mal,
Ayotzinapa, es la oscura metáfora del Estado coludido con la delincuencia, del evidente
fracaso del estado de derecho, de la soledad en que se encuentra atrapada una
sociedad, que no goza de un marco legal que sea aplicable a todos los mexicanos
sin excepción. La juventud, el tesoro que se debe pulir para que México ocupe
el lugar que le pertenece, en el concierto de la naciones del siglo XXI, esta
agraviado, y grita su voz, esa voz, que se acalló por medio de las balas de la
ignominia y de un “narco estado”, que ha
perdido su equilibrio de muerte y plata y, anda hablando con terror y
violencia, que es su único idioma. Ante la falta autoridad ética, las balas, la
muerte y la sangre imponen su ley en un territorio, sembrado de fosas comunes,
que sólo nos llevará a cosechar en el futuro el infierno. La gente, salió a la
calle a manifestar su desacuerdo, su dolor y rabia; Es algo irreversible, la
energía contraria a la masacre, que busca expresarse, son numerosas familias,
universidades, sindicatos, que buscan alzar la voz que intenta con esperanza
opacar al leguaje que impera que es el de la muerte y la plata. Es aún tiempo
de recuperar la legalidad y retomar la política ética (aunque estas palabras
juntas suenen a utopía) y enfocada a rendir cuentas y ser transparente, lo
mínimo que se pide, es escuchar un perdón de la soberbia gubernamental, que es
escuda en el pretexto de que hay “enemigos oscuros” (El horror, el horror…) que
al perder sus privilegios atentan contra el Estado, mínimo, quisiéramos
escuchar nombres, porque es muy fácil culpar cuando no hay eficacia en
ejercicio del gobierno. El 2015 pinta para ser un año oscuro: Elecciones,
precios del petróleo en sus mínimos históricos, desempleo, crisis económica, el
peso devaluado, recordando esa frase de un ex presidente: “Presidente que
devalúa, se devalúa…” Elementos que componen un escenario no muy optimista para
México. Pero… queda la gente, queda la voz a contra corriente que buscará acallar
el lenguaje del plomo y la plata, que ha hecho de la muerte y el terror su
modus operandi. Eso espero, que la mayoría imponga su ley, con el respeto a la
legalidad, marchemos juntos del lado de la rendición de cuentas y de la
transparencia, exijamos lo mismo de nuestros representantes populares, el
tiempo de crisis es tiempo de oportunidad, es momento de aplicar el estado de
derecho y no alentar a la “narcocultura”, que impera en los medios de
comunicación que se dicen “socialmente responsables”, cuando la mayoría de los
niños mexicanos tengan el ejemplo de un policía, de un militar y de un político
como un modelo positivo a seguir, notaremos que hemos ganado la partida al
oscurantismo, que se alimenta de la plata sangrante de la juventud; tristemente
hoy un grupo importante de niños mexicanos, buscan ser narcos y políticos,
porque según “viven como reyes y son agresivos y tienen las más guapas chavas y
tienen sus armas listas para matar…” Aún es tiempo, México nos grita que
nuestra voz acalle al ruido de la muerte…¡Feliz 2015! Les dejo mi Twitter:
@robercachoa ¡Todo bien!
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